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domingo, 9 de marzo de 2014

La bailarina y el soldadito de plomo

Después de un monton de tiempo sin pasar por aquí os traigo uno de mis pequeños relatos, espero que lo disfrutéis.


Allí estaba ella, observándose frente al espejo. Sus ojos marrones estaban adornados por una brillante sombra plateada, oscurecida por una estilizada raya que contorneaba todo su ojo, alargándolo, haciéndolo más misterioso; sus labios gruesos y húmedos estaban tintados de color rojo, tan intenso como el tono de la sangre; su cabello oscuro, revuelto, caía desde una tiara de diamantes hasta sus hombros, acariciando cuidadosamente su elegante cuello, que adornaba, con un colgante a juego; su cuerpo estaba cubierto por un delicado vestido de una tela fina, translucida, brillante, y sus pies calzaban unos zapatos que no podrían envidiar ni a los zapatitos de cristal de cenicienta.
Se observó angustiada en el espejo, años atrás había sido bailarina, la bailarina más bella de toda la tienda de juguetes, las niñas se peleaban por tocarla, peinarla, cambiarle la ropa... pero su dueña se había cansado de jugar con muñecas, había crecido, había madurado, ahora pasaba los días entre libros, pintándose las uñas y besando a esos chavales que harían cualquier cosa por dormir a su lado una sola noche.
Un ruido a su espalda hizo que se girara sobresaltada. Una silueta salió de entre las sombras de aquel recoveco. Era un soldadito de plomo. 
No quiso mirarle directamente, decidió observar como se acercaba hacia ella en el reflejo que el espejo le regalaba, era guapo, tenía un paso firme y decidido, y en sus ojos brillaba una chispa de infancia que todos los juguetes deberían poseer, pero que ella ya había perdido.
- Deberías irte... - susurró ella en un suspiro
- ¿Por qué? ¿Quieres que lo haga? - contestó mientras que se giraba
- Si...
Aquella palabra sonó como un susurro, no quería que se fuera, no quería perderle, quería tenerle a su lado para siempre, pero sabía que eso no podía ser, aquel soldadito iba a ser regalado a los tíos de su dueña, habían tenido un bebe y por lo visto pensaron que sería un bonito regalo, seguramente allí conociera alguna Barbie y se enamorara de su larga e impecable melena rubia, de ese cuerpo escultural de plástico, tan vistoso, tan moderno, no como el suyo de blanca porcelana.
- Por muy lejos que esté... nunca dejaré de sentir lo que siento por ti... - susurró el soldadito
- Pero no debemos estar juntos, debemos olvidarnos, ambos acordamos que sería lo mejor ¿recuerdas? - le susurró ella 
- No debemos, pero no podemos evitarlo, y cada vez que nuestros caminos se crucen volverá a pasar - sus manos rodearon el cuerpo de la frágil bailarina - somos como imanes, nos atraemos y nos repelemos, pero es imposible separar nuestros polos.
- Te quiero... - susurró apenada la bailarina mirando su reflejo en el espejo, junto a él, mientras una lágrima de pintura negra caía por sus mejillas.
- Yo a ti también - sonrió él mientras le secaba aquella gota antes de que llegara a teñir su pálida piel - que no podamos estar juntos no quiere decir que vaya a dejar de hacerlo, nunca.
Sus cuerpos se fundieron en un abrazo que los uniría para siempre, por mucha distancia que hubiera entre ambos.

Pues hasta aquí este corto relato sobre dos adorables juguetes, espero que os guste, que me comentéis que os parece, ya sabéis que esto me hace mejorar y crecer como escritora.
Mi twitter: @Naya_gm